Los incendios han sido parte de nuestra historia como país y como Región. Por ejemplo, como herramienta para abrir extensas áreas de cultivo y de praderas para una naciente actividad ganadera en Aysén. Esta última incluso como una política de Estado, cuyo principal objetivo era fomentar actividades económicas incompatibles con el bosque en vastos territorios, y así lograr su poblamiento. En aquella época, hace menos de 100 años, el bosque era visto como un obstáculo para el progreso. De este modo, tales incendios (verdaderas quemas impulsadas por los gobiernos de la época) arrasaron millones de hectáreas en la Región de Aysén, gran parte de las cuales hoy en día se mantienen como áreas con profundos procesos erosivos, incapaces de mantener ni sostener actividad productiva alguna.Nuestra Región, a pesar de tales catastróficos incendios, ha sido declarada como “Reserva de Vida”, en gran parte por aún concentrar las más extensas superficies de bosques nativos en mejor estado de conservación del país. Bosques impresionantes de los cuales apenas hemos comenzado a comprender su funcionamiento y mecanismos de adaptación a las extremas condiciones climáticas tan típicas de nuestra Patagonia; ecosistemas que se mantuvieron hasta el día de hoy libres de la presión antrópica dada su inaccesibilidad. Pero ello ha cambiado y está cambiando a un ritmo alarmante. Una creciente conectividad territorial que debiese representar progreso y bienestar para nuestra gente, muchos de los cuales colonizaron remotas localidades, se puede convertir también en un factor de destrucción de esos tesoros naturales que atraen a cientos de turistas cada año. Los recientes incendios en las comunas de Chile Chico y Cochrane deben representar una señal de alerta, otra más, para que esta mayor conectividad solo implique noticias e impactos positivos en nuestra gente. Más turismo, mayor accesibilidad y una creciente actividad económica no deben ser sinónimo de destrucción de nuestro patrimonio natural, el verdadero tesoro en medio de cual tenemos la gran fortuna de vivir, y la misión y deber de proteger.
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